La discriminación de género en la educación es a la vez causa y consecuencia de disparidades profundamente arraigadas en la sociedad. La pobreza, el aislamiento geográfico, el origen étnico, la discapacidad y las actitudes tradicionales sobre su estatus y papel socavan la capacidad de las mujeres y las niñas para ejercer sus derechos. Prácticas nocivas como el matrimonio y el embarazo precoces, la violencia de género y las leyes, políticas, contenidos y prácticas educativas discriminatorias aún impiden que millones de niñas se matriculen, completen y se beneficien de la educación. Por lo tanto, el género debe integrarse en todos los niveles de la educación, desde la primera infancia hasta la educación superior, en entornos formales y no formales y desde la planificación de infraestructuras hasta la formación de docentes.