Lloyd Matowe*
El acceso a medicamentos esenciales sigue siendo un desafío en la mayoría de los países en desarrollo y se encuentra entre las metas de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Durante la última década, los programas internacionales, incluidos el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria, el Banco Mundial y la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional, entre otros, han mejorado el acceso a medicamentos esenciales, en particular los destinados al VIH/SIDA, la malaria y la tuberculosis. Por ejemplo, a fines de 2013 GAVI había prometido US$8,2 millones para vacunas nuevas y subutilizadas, mientras que el Fondo Mundial de Lucha contra el SIDA, la Tuberculosis y la Malaria había recibido un total de US$30.500 millones en promesas y US$25.600 millones en contribuciones. Además de estos, el Plan de Emergencia del Presidente para el Alivio del SIDA (pepfar) [4] tenía US$3.200 millones para el VIH y el SIDA en África solamente en sus presupuestos de 2014. Por loables que sean estos esfuerzos, la disponibilidad de productos básicos por sí sola no es suficiente para mejorar el impacto general en las comunidades y los medios de vida. La accesibilidad a medicamentos esenciales de calidad garantizada debe estar vinculada a sistemas de gestión de la cadena de suministro de productos farmacéuticos funcionales. Los sistemas de gestión de la cadena de suministro de productos farmacéuticos funcionales permiten la adquisición y distribución eficientes y el uso racional de medicamentos que salvan vidas.