Carmín Cataldo
Como sugiere claramente el título, el objetivo de este artículo consiste esencialmente en proporcionar una introducción simplificada a una teoría de la gravitación modificada. Y es fácil entender cómo la teoría en cuestión, de manera muy simple, se basa por completo en la conservación de la energía. Nuestro Universo, imaginado como caracterizado por al menos otra dimensión espacial, se plantea como perteneciente a la llamada clase oscilatoria, aunque la variación de las distancias no debe considerarse un fenómeno real. Más precisamente, el radio de curvatura del Universo aparentemente evoluciona siguiendo un movimiento armónico simple. De manera coherente con nuestra percepción de la realidad, la materia puede ser inicialmente imaginada como uniformemente distribuida sobre la superficie de una bola de cuatro dimensiones. En realidad, una vez admitida la existencia de otra dimensión espacial, sería mejor afirmar que, al principio, la materia llena homogéneamente la bola en su totalidad. Posteriormente, la materia puede ser distribuida de diferentes maneras, manteniendo la cantidad total constante, de modo que se produzcan singularidades gravitacionales, consideradas aquí como meramente puntuales, no rotatorias y no cargadas. El tiempo se supone absoluto: en otros términos, la fuente gravitatoria no produce ninguna dilatación real del tiempo. La distancia medida entre la fuente gravitatoria y un punto genérico no está influida por el valor de la masa que genera el campo. Por tanto, si consideramos dos puntos genéricos y uno de ellos, tomado como origen, adquiere masa, la distancia medida entre dichos puntos no sufre modificación alguna. Bajo las hipótesis antes mencionadas, al atribuir un significado diferente a la coordenada habitualmente identificada con la distancia entre la fuente y un punto cualquiera del campo, se puede recuperar una forma plenamente newtoniana para el potencial gravitatorio.