Glenn L. Velmonte, doctor en filosofía
El hombre se hace muchas preguntas necesarias para entenderse a sí mismo. El cristianismo enseña que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza y, por lo tanto, el hombre no puede evolucionar. Las respuestas a las preguntas se obtuvieron mediante paráfrasis, exposición y análisis textual de la obra de Teilhard de Chardin y de la enseñanza de la Iglesia sobre la evolución humana. En Humani Genesis (1950), que sirve como pronunciamiento oficial de la Iglesia Católica, dejó abierta la discusión en lo que respecta al cuerpo, pero hizo la reserva implícita de que el alma no podía incluirse en el discurso evolutivo. Teilhard de Chardin comienza su discusión sobre el origen del cosmos afirmando que éste (el cosmos) comenzó a partir de los elementos gaseosos del espacio. A partir de los elementos se formó la materia viva. Sin embargo, también admite que el pasado es incierto en cuanto al verdadero comienzo del hombre. Teilhard observa que la evolución se está centrando ahora en el sistema nervioso, que se eleva y se concentra en el desarrollo del cerebro. Observa que crece en calidad y tamaño. El punto de saturación máximo, el punto más alto del proceso evolutivo, el Omega, será Cristo.